jueves, 4 de agosto de 2011

Prejuicios, etiquetas, cambios, probabilidades, etc



Prejuicios

Creo que casi todo el mundo esta de acuerdo en que ser abierto es bueno y tener prejuicios malo, pero, ¿No hacemos mal en juzgar a las presonas con prejuicios?
Puede que los prejuicios no sean tanto un vicio adquirido, como un sistema de alarma primario.
Si ves al instante y con claridad meridiana que una persona, una ciudad, o una profesión no esta echa para ti, ¿Es bueno ignorar tu intuición y leer entre lineas... o se puede juzgar un libro por las tapas?


Etiquetas 

Puede que no se deba poner etiquetas a nadie, solo a la moda, porque, tal vez, cuando etiquetamos a alguien como novia novio, marido mujer, casado o soltero, no veamos mas alla de la etiqueta, no veamos a la persona.
Dejar ir, soltar, esa es la clave y no es fácil porque duele. Pero seguir llorando aquello que no tengo me impide disfrutar esto que tengo ahora.



Cambios

Cuando decimos que la gente no cambia, los científicos se echan las manos a la cabeza porque el cambio, es la unica constante en la ciencia.
La energía, la materia, siempre estan cambiando, metamorfoseandose, fusionandose, creciendo, muriendo...
Lo antinatural es que las personas intentemos no cambiar, que queramos aferrarnos a como era todo antes en vez de dejar que sea lo que es. Que queramos aferrarnos a viejos recuerdos en lugar de generar otros nuevos.
Que insistamos en creer que, pese a los indicios científicos, todo en la vida es permanente.
El cambio es constante, como vivamos ese cambio depende de nosotros; puede parecernos la muerte o una segunda oportunidad en la vida.
Si nos relajamos, y nos dejamos llevar puede parecernos pura adrenalina, como si en cualquier momento tuvieramos otra oportunidad, como si en cualquier momento... Pudieramos nacer de nuevo.


Probablemente 

Cuando en un grupo nadie lamenta que te marches
Probablemente
Nunca vuelvas


El mono de un yonki

Todo empieza cuando el objeto de tu afecto te inyecta una fuerte dosis de algo que nunca te has atrevido si quiera a admitir que querías.
Un emotivo "chute" de amor y emoción descontrolada, pronto empiezas a ansiar esa atención con el mono de una yonki. Y cuando te la deniegan enfermas, enloqueces, por no hablar del resentimiento que sientes hacia el camello que te enganchó y que ahora se niega a pasarte tu droga.
¡Maldita sea! Si antes te lo regalaba sin pedírselo. Lo siguiente eres tú en los huesos, temblando en una esquina, con la única certeza de que venderías tu alma para volverlo a probar una vez más.
Mientras tanto, el objeto de tu adoración ahora siente repulsión por ti.
Te mira como si no te conociera de nada.
Lo irónico es que él no tiene la culpa.
En fin, mirate bien, eres una calamidad, no puedes reconocerte ni con tus propios ojos.
Has llegado al destino final de tu encaprichamiento, la total y despiadada, infravaloración de ti mismo.

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